sábado, 29 de noviembre de 2008

::: ¡Cada vez hace más frío!:::

—¡Frío! ¡Cada vez hace más frío!— gritó fijando la vista en el rayo de luz que entraba por la pequeña grieta.
—Me has asustado, viejo escandaloso. ¿Qué importa que haga frío?
—¿Que qué importa? ¡Dice que qué importa! Jejejeje. Pues importa porque significa que ha llegado el invierno, querido muchacho. Que una vez más ha pasado un año— añadió algo más calmado.
—¿Un año? ¿Ya hace un año que nos recogieron?
—Así es… Yo he estado pendiente, y a pesar de nuestro encierro he ido siguiendo el transcurrir del tiempo—le contestó recostándose contra la pared—. Primero hubo unas semanas de tranquilidad después de todas las fiestas de las que fuimos protagonistas y que sirvieron para que te trajeran con nosotros. Poco a poco el frío fue desapareciendo— continuó atusándose su larga y cana barba y cerrándose la vieja túnica que usaba— … notándose cómo la luz que nos entraba por la rendija duraba cada vez más, señal inequívoca de que se acercaba la primavera. Hasta que así fue, y llegaron las otras fiestas importantes de Sevilla, los días esos que en la casa aparece el olor dulzón y penetrante que a Javier tanto le gusta y llama incienso, y que anteceden a la semana que la niña se viste de flamenca y está todo el día bailando, que hasta aquí llega el compás inconfundible de las sevillanas que suenan en la radio.
—¡Cuánto sabes!
—Pero por viejo… Ya son muchos años en la casa. Y porque me gusta mirar por la rendija, hijo. Después de esos días llegaron otros —continuó mirando de nuevo al infinito mientras evocaba— …de intensa luminosidad, los días más largo del año, los que preceden al dichoso verano, cuando se queda la casa vacía semanas tras semanas.
—Esos son los días que estuviste tan melancólico y triste.
—Claro, muchacho, porque a mí me gusta escuchar a los niños jugar, a Javier hablar con su mujer, o cuando pone música, o las visitas de los abuelos, o los olores de la cocina, o los sábados por la noche cuando se quedan a dormir los primos… Y en el verano, en el verano… todos se van. ¡Por eso odio el verano!
—Pero después del verano llega el otoño— dijo alguien desde la oscuridad.
—Hola, María. Ya sé que a ti tampoco te gusta el verano y por eso la llegada del otoño te hace sonreír.
—Y el olor a tierra mojada de las primeras lluvias, y a naftalina cuando sacan los jerséis de los armarios…
—Ya lo sé, querida, y los primeros fríos, como los de hoy.
—¡Y a nosotros también!
—¡Bueno, bueno, se está revolucionando el cajón!
—Claro, José. Ocurre siempre cuando se acrecienta el frío y a ti te da por contar cómo ha pasado el año y nos haces ver a todos lo cerca que está el día de la Inmaculada, el día que Javier y su mujer bajaran el cajón y ayudados por los niños nos irán sacando uno a uno para colocarnos de nuevo en el pesebre, junto a la mula y el buey, junto al ángel, a los pastorcitos y a las ovejas… y nos cantarán los antiguos villancicos mientras los niños nos mirarán con caras de ilusión pensando que somos reales y que ellos son unos gigantes enormes…
—No te emociones esposa mía, que aún quedan unos días…
—San José, ya entiendo porque te has puesto tan contento cuando has notado que cada vez hace más frío.
—Te aseguro, querido pastorcito, que a partir de este año también tú querrás que llegue el frío y con él la Navidad.

sábado, 22 de noviembre de 2008

::: ¡Al fin! :::



Al fin hoy envío CÉFIRO DEL OESTE a los que me pedisteis un ejemplar. Al fin saldrán en dirección a Hospitalet del Llobregat (Barcelona), Sevilla, La Pobla de Vallbona (Valencia), Rubí (Barcelona), Peñíscola,(Castellón), Madrid, Avilés (Asturias), Badajoz, Guadalajara, Cádiz, Málaga e incluso Managua (Nicaragua) ese puñado de hojas impresas y encuadernadas que llamamos libro, y que recopila nuestros pensamientos e impresiones, nuestras reflexiones y preocupaciones volcadas durante tres meses en el blog, en este nuevo medio de comunicación masivo e inmediato que la tecnología a puesto a nuestro alcance.

Creo que haberlo convertido en libro ha completado el ciclo, ha posibilitado que lo efímero de cada artículo y sus comentarios, tapados por el siguiente y por el paso del tiempo, quede para la posteridad, tal como lo vivimos, entre las páginas de esta obra.

Gracias a todos los que me habéis solicitado una, y gracias, desde luego, a todos los que me leéis y me dejáis vuestro comentario.

¡Ah!, y sabed que CÉFIRO DEL OESTE, volumen II, sigue haciéndose semana tras semana


sábado, 15 de noviembre de 2008

::: Panegírico a noviembre :::

De todos los meses del año, tú eres el más entrañable, ¡oh, íntimo noviembre!, corazón del luminoso otoño sevillano. Este año nos has regalado la mañana de tu primer día cubierta por una intensa niebla, haciéndonos irreal y húmedo el ineludible paseo al cementerio de San Fernando. Y nos has regalado también los primeros fríos, obligándonos poco a poco a utilizar la ropas de abrigo, inundándose nuestros hogares del olor a naftalina que desprenden los jerseys y chaquetas recién salidos del armario.
Tus días son húmedos y cálidos a la vez, anegando nuestras calles con las olorosas humaredas blancas de las castañas asadas que por las tardes los rayos de sol de los días despejados quieren disipar reverberando en las paredes con tibieza, intentando quedarse allí pegados a pesar de que los precoces crepúsculos los releguen a las pocas horas.
El paso de tus semanas nos hace transitar entre el caluroso octubre y el invernal diciembre, sirviéndonos para disfrutar de los ocres colores de las arboledas de los parques, imaginar a don Juan Tenorio seduciendo por las antiguas calles, poder degustar los asados de venado con setas en cualquier venta de la sierra o sentir que Sevilla es algo más que las fiestas de primavera y el tórrido verano. Que Sevilla es también una misa en latín una húmeda mañana en la Capilla Real de la Catedral, un café caliente en la Plaza del Pan, un paseo lluvioso bajo el paraguas por la calle Sierpes o una tarde de compras en Alcaicería, José Gestoso o Tetuán, arropándote en tu abrigo mientras van colgando el alumbrado navideño que nos recuerda que pronto tendremos que instalar el nacimiento en nuestros hogares allá por el día de la Inmaculada.
Vuelve pronto, ¡oh, íntimo noviembre!, haciéndonos sentir de nuevo tu acogedor y plácido pasar de la vida.

sábado, 8 de noviembre de 2008

::: Los tiempos cambian :::

Juan por fin pudo llegar a Sevilla. Ya hacía más de treinta años que no pisaba sus calles a pesar de que desde su partida inicial había vuelto regularmente. Así que se aposentó en una esquina del barrio de la Macarena, arrabal ubicado muy cerca de donde venía, y contempló pasar a la gente, sobre todo a las mujeres, su obsesión desde siempre.
Y lo que vio no le gustó, porque las notó más calladas, con más prisas, más serias y reservadas. Incluso vio pasar a algunas con auriculares en los oídos, como si quisieran evadirse de lo que le rodeaba escuchando alguna canción estridente.
Dando un suspiro con cierta tristeza decidió que era el momento de comenzar, seleccionando una treintañera morena que vio llegar en esos momentos. La chica tomó un taxi delante de él y ni corto ni perezoso subió por la otra portezuela sentándose a su lado. Utilizando su encantadora sonrisa, la que enamorara a tantas damiselas en sus tiempos, le preguntó su nombre.
—María— le contestó ella sin soltar un teléfono pequeño por el que hablaba, y sin extrañarse lo más mínimo.
Entonces le cogió la mano, truco que no solía fallarle, y le recitó una poesía de amor. Ella colgó el teléfono y con cara de desinterés le contestó de nuevo:
—Aunque no me acuesto con nadie desde hace años y tu método no deja de ser original, me esperan en la oficina, y después de comer cojo el Ave a Madrid, donde me reúno con el comité ejecutivo de mi empresa… No tengo tiempo para estas cosas. Lo siento, guapetón.
Frustrado de bajó del taxi en el siguiente semáforo, ya en la Alameda de Hércules, buscando con la mirada la próxima víctima, una femenina señorita que paseaba su perro por el bello paseo arbolado.
—Ésta no parece tener prisa— se dijo mientras se acicalaba el bigote y se le acercaba dispuesto.
—¡Qué día más bonito para el amor!, ¿verdad?— le señaló sonriendo al tiempo que otra mujer, que caminaba a su lado, se le quedó mirando con cara de espanto. Y cual no sería su sorpresa cuando zampó un beso en la boca a la chica del perrito. Después lo miró y le dijo:
—Es mi pareja, desgraciado.
El pobre Juan se quedó de piedra viendo cómo se alejaban cogidas de la mano.
No queriendo darse por vencido buscó de nuevo entre la gente que pasaba por allí, viendo llegar a la que le pareció una vulgar ama de casa tirando de su carrito de la compra.—Con esta no fallaré— se volvió a decir entre dientes.
— ¿La puedo ayudar?—le preguntó con galantería.
Ella lo miró sorprendida, aunque enseguida le sonrió con cierta tristeza contestándole resignada:
—¿Puede llevar la compra a casa, recoger a mis hijos del cole, encargar el disfraz de la niña para la fiesta de Hallowen, hacer la comida del mediodía, llevar los niños por la tarde al pediatra, ir a la reunión de vecinos de la comunidad… y de camino explicarle a mi marido por qué me duele la cabeza por las noches?
Apabullado se sentó en un banco bajo un majestuoso álamo no sabiendo muy bien qué estaba ocurriendo. Entonces se acomodó a su lado una señora algo madurita, con cierto atractivo y muy arreglada, que le sonrió descaradamente.
—Te invito a un café, moreno.
Juan volvió a quedarse estupefacto. ¡Estaba ligando con él! ¿Cómo era eso posible?
—No, gracias— le contestó herido en su orgullo varonil, levantándose con rapidez.
Y cabizbajo y derrotado Juan Tenorio, el mítico don Juan, regresó al cementerio de San Fernando lamentándose de la muerte de la Seducción a manos de la modernidad.

sábado, 1 de noviembre de 2008

::: Carta a mi hijo :::

Querido hijo:
Ahora que el paso de los años te ha convertido en un hombrecito, ahora que ya eres independiente y cada vez nos necesitas menos, ahora que cumples 13 años quiero decirte, querido hijo, que eres, junto a tu hermana, lo mejor que nos ha pasado a tu madre y a mí en esta vida.
Y nos apena que hayas crecido, que estos años hayan pasado tan veloces, que aquel bonito niño que eras haya desaparecido, que ya no te pueda coger en brazos, que no te tenga que bañar o darte de comer, que no necesites que me levante por las noches a darte agua o a arroparte… En fin, que seas mayor.
Pero sin embargo nos ilusiona el hombre que serás, el futuro que tendrás, tu trabajo, tu esposa y tus futuros hijos… aunque queremos que todo eso tarde en llegar, y sigas mucho tiempo en casa, como ahora, jugando en el ordenador en tu cuarto o acompañándonos en los paseos de los domingos junto a tu hermana.
Por último tu madre y yo te deseamos el día de tu cumpleaños que disfrutes la vida como nosotros la estamos disfrutando. Haz de todo con prudencia, sin correr peligros ni dañar a nadie, pero vive la vida intensamente, porque los años pasan sin detenerse, y no vuelven.
Siempre nos tendrás para lo que necesites, no lo olvides. ¡Ah! Y feliz cumpleaños.