sábado, 20 de diciembre de 2008

::: Trabajo extra :::

Llevado por el suave céfiro que se colaba húmedo y salobre desde el atlántico llegó a Sevilla, al fin. Con renovadas ilusiones arribó siguiendo el amplio cauce del Guadalquivir hasta otear en el horizonte la vetusta silueta de la Sevilla intramuros, y en su centro la de su principal vigía, donde todos los años descansaba de su largo viaje antes de repartirse entre las calles de la ciudad.
Y salió del río sobrevolando la arboleda del denso Parque de María Luisa, donde a esas horas se desprendía una casi mágica neblina, las azoteas de la Universidad, antes Fábrica de Tabacos, donde trajinara alguna vez la Carmen de Merimé, y los tejados del Alcazar moro, hasta llegar al viejo caserío, donde esbeltas espadañas, torres de iglesias e infinitas azoteas lo llevaron hasta la Giralda. Allí, agarrado a los pies del Giraldillo, la veleta de bronce que fabricara el insigne Bartolomé Morell en 1566 y que remataba el antiguo alminar almohade, descansó por fin.
Enseguida comenzó a repasar que todo estuviera dispuesto. Y se fijó, con su aguda vista, en el mercadillo de Belenes de la plaza de San Francisco, en el gran árbol de Navidad instalado delante del ayuntamiento, en las luces de las calles, en los escaparates de las tiendas, en los puestos de castañas, en los turrones y mantecados de los ultramarinos, en los coros de campanilleros que ya cantaban por calles y plazoletas… Y desde luego en el interior de los hogares de los sevillanos, donde también los adornos navideños anunciaban la llegada de tan especiales fiestas.
Sonriendo se preparó para lanzarse a las calles de la ciudad cuando recordó lo que le contase su predecesor del año anterior antes de darle el relevo: “Mira en los corazones”.
Y eso hizo, teniendo que cambiar su inicial sonrisa por un rictus de preocupación al ver numerosísimos corazones angustiados, deprimidos, oscuros, todos ocultos en los pechos de jóvenes parejas que no llegaba a fin de mes a pesar de los dos sueldos, de empresarios emprendedores que habían tenido que cerrar sus negocios, de inmigrantes con sus sueños de prosperidad rotos, de ancianos que sufrían necesidad por sus exiguas pensiones, de comerciantes desesperados al ver sus tiendas vacías, de padres de familias que hacían infinitas colas en las oficinas del paro…
Entonces supo que este año tendría trabajo extra, que se tendría que esforzar de forma especial si quería realizar bien su cometido. Y apretando los puños y arrugando el ceño el Espiritu de la Navidad al fin se lanzó, decidido, a las calles de Sevilla, dispuesto a conseguir contagiarles la alegría navideña que año tras año su estirpe había traído. Que así sea.

Feliz Navidad a todos.

sábado, 6 de diciembre de 2008

::: Llanto :::

Lloré por una amiga que tenía el corazón roto, por un alma que sentía el fracaso presente después de vivir el esfuerzo más desconsolador, el que se realiza sin obtener resultados. Lloré por sus momentos de amargura, de desdicha. Lloré por su llanto, por sus lágrimas en soledad. Lloré porque su vida caminaba entre el miedo y el desamor. Porque se sentía sola entre todos nosotros. Porque no veía luz, porque no tenía un faro que la guiara y no veía el arco iris aunque lo tuviera delante.
Pero ayer me dijo: No sabía que “Céfiro” es un viento, pero ahora sé que es un aliento bueno que me da calor y luz en mi nuevo camino.
Entonces ya no lloré. Entonces supe que todo tenía un sentido. Que lo que escribí y vosotros leísteis y comentásteis, lo que se imprimió en un libro que después se distribuyó… era para que una amiga lo leyera durante una noche entre lágrimas, y para que después me dijera: Te escribo para darte las GRACIAS por todo lo que he encontrado en tus pensamientos y que han sido chispas para ver que uno puede encontrar SU CAMINO Y SU FELICIDAD.
Entonces sonreí.

sábado, 29 de noviembre de 2008

::: ¡Cada vez hace más frío!:::

—¡Frío! ¡Cada vez hace más frío!— gritó fijando la vista en el rayo de luz que entraba por la pequeña grieta.
—Me has asustado, viejo escandaloso. ¿Qué importa que haga frío?
—¿Que qué importa? ¡Dice que qué importa! Jejejeje. Pues importa porque significa que ha llegado el invierno, querido muchacho. Que una vez más ha pasado un año— añadió algo más calmado.
—¿Un año? ¿Ya hace un año que nos recogieron?
—Así es… Yo he estado pendiente, y a pesar de nuestro encierro he ido siguiendo el transcurrir del tiempo—le contestó recostándose contra la pared—. Primero hubo unas semanas de tranquilidad después de todas las fiestas de las que fuimos protagonistas y que sirvieron para que te trajeran con nosotros. Poco a poco el frío fue desapareciendo— continuó atusándose su larga y cana barba y cerrándose la vieja túnica que usaba— … notándose cómo la luz que nos entraba por la rendija duraba cada vez más, señal inequívoca de que se acercaba la primavera. Hasta que así fue, y llegaron las otras fiestas importantes de Sevilla, los días esos que en la casa aparece el olor dulzón y penetrante que a Javier tanto le gusta y llama incienso, y que anteceden a la semana que la niña se viste de flamenca y está todo el día bailando, que hasta aquí llega el compás inconfundible de las sevillanas que suenan en la radio.
—¡Cuánto sabes!
—Pero por viejo… Ya son muchos años en la casa. Y porque me gusta mirar por la rendija, hijo. Después de esos días llegaron otros —continuó mirando de nuevo al infinito mientras evocaba— …de intensa luminosidad, los días más largo del año, los que preceden al dichoso verano, cuando se queda la casa vacía semanas tras semanas.
—Esos son los días que estuviste tan melancólico y triste.
—Claro, muchacho, porque a mí me gusta escuchar a los niños jugar, a Javier hablar con su mujer, o cuando pone música, o las visitas de los abuelos, o los olores de la cocina, o los sábados por la noche cuando se quedan a dormir los primos… Y en el verano, en el verano… todos se van. ¡Por eso odio el verano!
—Pero después del verano llega el otoño— dijo alguien desde la oscuridad.
—Hola, María. Ya sé que a ti tampoco te gusta el verano y por eso la llegada del otoño te hace sonreír.
—Y el olor a tierra mojada de las primeras lluvias, y a naftalina cuando sacan los jerséis de los armarios…
—Ya lo sé, querida, y los primeros fríos, como los de hoy.
—¡Y a nosotros también!
—¡Bueno, bueno, se está revolucionando el cajón!
—Claro, José. Ocurre siempre cuando se acrecienta el frío y a ti te da por contar cómo ha pasado el año y nos haces ver a todos lo cerca que está el día de la Inmaculada, el día que Javier y su mujer bajaran el cajón y ayudados por los niños nos irán sacando uno a uno para colocarnos de nuevo en el pesebre, junto a la mula y el buey, junto al ángel, a los pastorcitos y a las ovejas… y nos cantarán los antiguos villancicos mientras los niños nos mirarán con caras de ilusión pensando que somos reales y que ellos son unos gigantes enormes…
—No te emociones esposa mía, que aún quedan unos días…
—San José, ya entiendo porque te has puesto tan contento cuando has notado que cada vez hace más frío.
—Te aseguro, querido pastorcito, que a partir de este año también tú querrás que llegue el frío y con él la Navidad.

sábado, 22 de noviembre de 2008

::: ¡Al fin! :::



Al fin hoy envío CÉFIRO DEL OESTE a los que me pedisteis un ejemplar. Al fin saldrán en dirección a Hospitalet del Llobregat (Barcelona), Sevilla, La Pobla de Vallbona (Valencia), Rubí (Barcelona), Peñíscola,(Castellón), Madrid, Avilés (Asturias), Badajoz, Guadalajara, Cádiz, Málaga e incluso Managua (Nicaragua) ese puñado de hojas impresas y encuadernadas que llamamos libro, y que recopila nuestros pensamientos e impresiones, nuestras reflexiones y preocupaciones volcadas durante tres meses en el blog, en este nuevo medio de comunicación masivo e inmediato que la tecnología a puesto a nuestro alcance.

Creo que haberlo convertido en libro ha completado el ciclo, ha posibilitado que lo efímero de cada artículo y sus comentarios, tapados por el siguiente y por el paso del tiempo, quede para la posteridad, tal como lo vivimos, entre las páginas de esta obra.

Gracias a todos los que me habéis solicitado una, y gracias, desde luego, a todos los que me leéis y me dejáis vuestro comentario.

¡Ah!, y sabed que CÉFIRO DEL OESTE, volumen II, sigue haciéndose semana tras semana


sábado, 15 de noviembre de 2008

::: Panegírico a noviembre :::

De todos los meses del año, tú eres el más entrañable, ¡oh, íntimo noviembre!, corazón del luminoso otoño sevillano. Este año nos has regalado la mañana de tu primer día cubierta por una intensa niebla, haciéndonos irreal y húmedo el ineludible paseo al cementerio de San Fernando. Y nos has regalado también los primeros fríos, obligándonos poco a poco a utilizar la ropas de abrigo, inundándose nuestros hogares del olor a naftalina que desprenden los jerseys y chaquetas recién salidos del armario.
Tus días son húmedos y cálidos a la vez, anegando nuestras calles con las olorosas humaredas blancas de las castañas asadas que por las tardes los rayos de sol de los días despejados quieren disipar reverberando en las paredes con tibieza, intentando quedarse allí pegados a pesar de que los precoces crepúsculos los releguen a las pocas horas.
El paso de tus semanas nos hace transitar entre el caluroso octubre y el invernal diciembre, sirviéndonos para disfrutar de los ocres colores de las arboledas de los parques, imaginar a don Juan Tenorio seduciendo por las antiguas calles, poder degustar los asados de venado con setas en cualquier venta de la sierra o sentir que Sevilla es algo más que las fiestas de primavera y el tórrido verano. Que Sevilla es también una misa en latín una húmeda mañana en la Capilla Real de la Catedral, un café caliente en la Plaza del Pan, un paseo lluvioso bajo el paraguas por la calle Sierpes o una tarde de compras en Alcaicería, José Gestoso o Tetuán, arropándote en tu abrigo mientras van colgando el alumbrado navideño que nos recuerda que pronto tendremos que instalar el nacimiento en nuestros hogares allá por el día de la Inmaculada.
Vuelve pronto, ¡oh, íntimo noviembre!, haciéndonos sentir de nuevo tu acogedor y plácido pasar de la vida.

sábado, 8 de noviembre de 2008

::: Los tiempos cambian :::

Juan por fin pudo llegar a Sevilla. Ya hacía más de treinta años que no pisaba sus calles a pesar de que desde su partida inicial había vuelto regularmente. Así que se aposentó en una esquina del barrio de la Macarena, arrabal ubicado muy cerca de donde venía, y contempló pasar a la gente, sobre todo a las mujeres, su obsesión desde siempre.
Y lo que vio no le gustó, porque las notó más calladas, con más prisas, más serias y reservadas. Incluso vio pasar a algunas con auriculares en los oídos, como si quisieran evadirse de lo que le rodeaba escuchando alguna canción estridente.
Dando un suspiro con cierta tristeza decidió que era el momento de comenzar, seleccionando una treintañera morena que vio llegar en esos momentos. La chica tomó un taxi delante de él y ni corto ni perezoso subió por la otra portezuela sentándose a su lado. Utilizando su encantadora sonrisa, la que enamorara a tantas damiselas en sus tiempos, le preguntó su nombre.
—María— le contestó ella sin soltar un teléfono pequeño por el que hablaba, y sin extrañarse lo más mínimo.
Entonces le cogió la mano, truco que no solía fallarle, y le recitó una poesía de amor. Ella colgó el teléfono y con cara de desinterés le contestó de nuevo:
—Aunque no me acuesto con nadie desde hace años y tu método no deja de ser original, me esperan en la oficina, y después de comer cojo el Ave a Madrid, donde me reúno con el comité ejecutivo de mi empresa… No tengo tiempo para estas cosas. Lo siento, guapetón.
Frustrado de bajó del taxi en el siguiente semáforo, ya en la Alameda de Hércules, buscando con la mirada la próxima víctima, una femenina señorita que paseaba su perro por el bello paseo arbolado.
—Ésta no parece tener prisa— se dijo mientras se acicalaba el bigote y se le acercaba dispuesto.
—¡Qué día más bonito para el amor!, ¿verdad?— le señaló sonriendo al tiempo que otra mujer, que caminaba a su lado, se le quedó mirando con cara de espanto. Y cual no sería su sorpresa cuando zampó un beso en la boca a la chica del perrito. Después lo miró y le dijo:
—Es mi pareja, desgraciado.
El pobre Juan se quedó de piedra viendo cómo se alejaban cogidas de la mano.
No queriendo darse por vencido buscó de nuevo entre la gente que pasaba por allí, viendo llegar a la que le pareció una vulgar ama de casa tirando de su carrito de la compra.—Con esta no fallaré— se volvió a decir entre dientes.
— ¿La puedo ayudar?—le preguntó con galantería.
Ella lo miró sorprendida, aunque enseguida le sonrió con cierta tristeza contestándole resignada:
—¿Puede llevar la compra a casa, recoger a mis hijos del cole, encargar el disfraz de la niña para la fiesta de Hallowen, hacer la comida del mediodía, llevar los niños por la tarde al pediatra, ir a la reunión de vecinos de la comunidad… y de camino explicarle a mi marido por qué me duele la cabeza por las noches?
Apabullado se sentó en un banco bajo un majestuoso álamo no sabiendo muy bien qué estaba ocurriendo. Entonces se acomodó a su lado una señora algo madurita, con cierto atractivo y muy arreglada, que le sonrió descaradamente.
—Te invito a un café, moreno.
Juan volvió a quedarse estupefacto. ¡Estaba ligando con él! ¿Cómo era eso posible?
—No, gracias— le contestó herido en su orgullo varonil, levantándose con rapidez.
Y cabizbajo y derrotado Juan Tenorio, el mítico don Juan, regresó al cementerio de San Fernando lamentándose de la muerte de la Seducción a manos de la modernidad.

sábado, 1 de noviembre de 2008

::: Carta a mi hijo :::

Querido hijo:
Ahora que el paso de los años te ha convertido en un hombrecito, ahora que ya eres independiente y cada vez nos necesitas menos, ahora que cumples 13 años quiero decirte, querido hijo, que eres, junto a tu hermana, lo mejor que nos ha pasado a tu madre y a mí en esta vida.
Y nos apena que hayas crecido, que estos años hayan pasado tan veloces, que aquel bonito niño que eras haya desaparecido, que ya no te pueda coger en brazos, que no te tenga que bañar o darte de comer, que no necesites que me levante por las noches a darte agua o a arroparte… En fin, que seas mayor.
Pero sin embargo nos ilusiona el hombre que serás, el futuro que tendrás, tu trabajo, tu esposa y tus futuros hijos… aunque queremos que todo eso tarde en llegar, y sigas mucho tiempo en casa, como ahora, jugando en el ordenador en tu cuarto o acompañándonos en los paseos de los domingos junto a tu hermana.
Por último tu madre y yo te deseamos el día de tu cumpleaños que disfrutes la vida como nosotros la estamos disfrutando. Haz de todo con prudencia, sin correr peligros ni dañar a nadie, pero vive la vida intensamente, porque los años pasan sin detenerse, y no vuelven.
Siempre nos tendrás para lo que necesites, no lo olvides. ¡Ah! Y feliz cumpleaños.

sábado, 25 de octubre de 2008

::: ¡Conseguido! :::







Esta vez una imagen vale
más que mil palabras





Incluso en el Divan de Cristina Céfiro del Oeste es psicoanalizado.

sábado, 18 de octubre de 2008

::: Un rayo de luna :::

Malhumorado llegó a su casa después de una jornada infernal. Crisis, hipotecas, subidas de precios, problemas en el trabajo y demás horribles asuntos fueron sus acompañantes aquel infausto día. Por eso se quitó la corbata en el pasillo y la arrojó lo más lejos que le fue posible.
Sentado en el borde de la cama cerró los ojos deseando encontrar la forma de relajarse, de poder olvidar los problemas, de superar aquella angustia que le oprimía el pecho y que apenas le dejaba respirar. La deshabitada casa no le ayudó, y sintió que su mujer e hijos estuvieran fuera aquellos días.
Como un vagabundo recorrió las habitaciones sin encender las luces, queriendo encontrar en algún rincón del hogar la calma que su alma necesitaba… hasta que al doblar el pasillo vio un llamativo resplandor en el suelo del despacho. ¿Había una luz encendida? ¡Qué raro!
Y al acercarse comprobó que era la luz de la luna, llena aquel día, la que había conseguido recorrer los 384.400 kilómetros que los separaban de él y encontrar el recoveco necesario para acabar en su habitación preferida. Y se acercó a la ventana, descubriendo la esfera gris blanquecina justo enfrente suya. Como un autómata se sentó en el sillón y reclinó la cabeza en el respaldo, sintiendo en su cara aquel rayo de luna, que lo fue reconfortando en apenas unos segundos.
Y allí se quedó, bajo la claridad lunar, sonriendo para sí al saberse pequeño e insignificante aunque al fin feliz aquel aciago día.

sábado, 11 de octubre de 2008

::: Creadora de vida :::

Luisa se sentó a desayunar con nosotros dejando la bolsa del supermercado en el suelo y esbozando una amplia sonrisa.
Era un día cualquiera de comienzos de otoño, en el que la nueva estación parecía asomarse por el Aljarafe sevillano enviándonos alguna brisa fresca y húmeda aquella mañana.
Y, veréis, tras darle dos tragos al café, la amiga de mi mujer comenzó a charlar con su verborrea fluida y ágil contándonos cosas de sus hijos, de su marido, del tiempo, de política y de su trabajo, dejando caer que últimamente se le acumulaba en el laboratorio la faena.
Ya para entonces nos habían traído las tostadas, y mientras echaba el aceite en la mía soltó que la tarde anterior había conseguido tres embriones viables…
Sí… como si tal cosa, igual que había contado que el precio de la leche había subido o que el mayor de sus hijos había empezado a jugar a baloncesto nos dijo que ¡uniendo en su laboratorio un óvulo previamente extraído del ovario de una señora y un espermatozoide de su respectivo marido había conseguido un embrión! O sea, ¡una vida nueva!
Yo la miré a la cara fascinado mientras rebosaba el aceite en mi tostada sin poder creer que alguien pudiera contar cómo creaba vida mientras desayunábamos.
Y como comprenderéis, mi tostada se enfrió en el plato mientras escuchaba en qué empleaba su tiempo aquella fantástica mujer…

Soledad Sánchez estaba allí, como nos relata en su blogverso del día 21 de noviembre.

sábado, 4 de octubre de 2008

::: ¡Notición! :::

¡Decisión tomada! ¡CÉFIRO del OESTE será un libro!

Todos los post publicados desde el 1 de abril al 30 de junio, seguidos de vuestros comentarios, serán recopilados y editados.

Jamás pensé que me haría tanta ilusión cumplir este deseo, llevar a acabo este proyecto, convertir en libro el trabajo común que entre todos hemos realizado, que entre todos hemos dado vida. Porque los autores del libro seremos todos.

Por eso es muy importante que si queréis cambiar el nombre o link con el que aparecéis en vuestros comentarios, me lo digáis, sobre todo los que aparecéis con nombre y apellidos. Podemos poneros como anónimo o cambiando el link.

Todavía tardará algún tiempo y serán pocos ejemplares (es caro)… pero habrá merecido la pena.

sábado, 27 de septiembre de 2008

::: Algo falla :::

Aquel día había batido todas sus marcas en la oficina. ¡Eran más de las once de la noche cuando por fin terminó! Ofuscado condujo su automóvil hasta el parking subterráneo cercano a su casa maldiciendo las horas extras que casi le obligaban a hacer.
Allí lo estacionó, como todos los días, dirigiéndose a la salida avanzando como un autómata por entre los coches y motos que esperaban a sus dueños aparcados en ordenadas filas.
Pensando en una reconfortante ducha empujó la puerta subiendo la escalera que llegaba a los jardines ubicados sobre el aparcamiento… cuando se percató de que la cancela estaba cerrada.
—¡Mierda! No he cogido las llaves— se dijo al mirarse los bolsillos, comenzando a descender de nuevo con la idea de salir por la rampa de acceso. Pero… la puerta de salida se había cerrado, como era lógico… y se abría con la misma llave que la cancela. ¡Estaba atrapado!
Riéndose para no llorar se sentó en los escalones, agotado, sudoroso y abatido, sintiendo que era el más estúpido de todos los seres humanos.
—Bueno, ¿saldrá alguien a estas horas? ¿Debería llamar a los bomberos? ¿A la policía? ¿Me salto la reja?— se preguntó sopesando sus posibilidades, temiéndose estar allí horas eternas como un tonto.
Hasta que al fin se decidió. Dejando su maletín en el suelo y quitándose la chaqueta y la corbata se subió al pasamano de la escalera, comprobando que desde allí arriba la reja sólo le llegaba hasta medio cuerpo. Y con cuidado y sin prisas pasó una pierna, después la otra…hasta dejarse caer.
Llegó al suelo en un instante… aunque algo no había ido bien. Tenía sangre en la mano y en el dedo.
—¡Dios mío! ¿Qué me ha ocurrido?— exclamó al fin agarrándose la mano izquierda con la derecha, viendo cómo su dedo anular estaba abierto como un libro en toda su longitud y una viscosa y caliente sangre roja le caía por la palma. ¡La reja le había desgarrado el dedo!
Aterrorizado envolvió la herida con el pañuelo y levantó la cabeza buscando ayuda, saliendo a la calzada en dirección a unos cuantos coches que en esos momentos pasaban por allí.
—¡Por favor, ayúdeme!— gritó dirigiéndose al primero. Pero el ocupante lo miró indiferente y siguió su camino, igual que el siguiente, y el siguiente, y el siguiente.
—Pero… ¡no se detiene ninguno!— se dijo horrorizado. ¡¿Cómo no se van a parar si les estoy pidiendo ayuda?!
Pero así era. Los cuatro primeros coches no se detuvieron a pesar de verlo herido… Y no lo podía entender. Hasta que tuvo que ponerse delante del siguiente, que frenó antes de atropellarlo.
Y al fin, en la mente de aquel conductor, se encendió una tenue llamita de humanidad, y bajando la ventanilla le preguntó:
—¿Lo puedo ayudar?
Entonces se retiró el pañuelo y le enseñó la herida.
—Suba— le dijo no demasiado convencido… y en pocos minutos lo llevó, me llevó, al hospital donde me suturaron la herida del dedo, aunque la del espíritu quedó abierta para siempre.
Desde entonces la tristeza por haber comprobado cómo la raza humana se ha desvirtuado hasta tan despreciable extremo anida en mi alma, sobre todo al pensar que es muy probable que yo tampoco hubiera detenido el coche… Algo falla.

sábado, 20 de septiembre de 2008

:::La vuelta al hogar (y II) :::

Y ¿Sabéis qué es lo que hice tras abrir Céfiro del oeste? Pues buscar el primer día, aquel remoto 1 de abril que cumplía 44 años. Y con cierta nostalgia lo leí, sonriendo al recordarme ese día, emocionado, escribiendo algo para alguien que nuca vería, si es que alguien lo leía alguna vez, claro.
Después abrí el siguiente post, y el siguiente, y los fui leyendo todos, uno a uno. Allí estaban “El encanto de lo cotidiano”, "Hoy he visto el arco iris”, La fábula del oso y la potrilla”, “Gracias”, "La brevedad de la belleza”… todos seguidos de vuestros comentarios.
Al principio erais pocos y desconocidos, después lentamente fuisteis siendo más, repitiéndoos en vuestras visitas, aportando vuestros pensamientos e ideas desde vuestros lejanos ordenadores... convirtiéndoos en amigos verdaderos.
Y así, semana tras semana, siguieron apareciendo nuevos post. Os acordaréis de “El regreso”, “La heteroamistad”, “Los desafíos”, “Un silbido de felicidad”, "Una fantasía sexual”, etc…
Y entonces lo vi claro. Aquello no era sólo un blog. Era algo más. Era un LIBRO.
Aquellos post que iba leyendo, seguidos de vuestros comentarios, tenían fuerza, dinamismo, personalidad… Se habían convertido, al juntarse, en un todo, en “CÉFIRO DEL OESTE”.
Así que ahora estoy confuso, desorientado. ¿Merecerían los post ser publicado en papel? ¿Hacerles una portada? ¿Editar unas decenas de libros que poder tener entre las manos, que poder regalar, que poder colocar en la biblioteca junto a nuestras novelas preferidas?

domingo, 14 de septiembre de 2008

:::La vuelta al hogar :::

La Tierra ha dado por fin el inevitable cuarto de vuelta y el viento comienza a soplar a ratos del septentrión, arrojando sobre nuestras maltrechas ciudades sureñas el aliento del otoño...
Y yo he vuelto al hogar, cerrando nuestra casa de verano de forma irremediable. El 15 de septiembre es la fecha señalada que nos obliga a volver a la morada urbana, a abandonar las cenas en el jardín bajo la dama de noche, a dejar atrás los paseos por la playa, las calurosas amanecidas, los chapuzones en la piscina y las paellas con los amigos... En definitiva a volver a la monotona y plácida rutina.
Y con ese bagaje he entrado en el piso, he descorrido las polvorientas cortinas, subido las anquilosadas persianas y ventilado los dormitorios y la salita. Y tras recorrer con cierta nostalgia el pasillo he llegado al despacho, sentándome en mi viejo y querido sillón. Y allí, sobre mi mesa de trabajo, aparecieron antiguas historias, dormidos proyectos... y mi ordenador.
Casi sin querer lo he encendido, surgiendo el familiar fondo de escritorio con la foto de mis hijos y mi mujer sonriéndome... y mis numerosos accesos directos. Poco a poco los fui repasando, uno a uno, sin prisa, hasta llegar al que aparecía más gastado, más usado que todos los demás: Céfiro del oeste.
¡Céfiro del oeste! Uff... Allí estaba esperándome, tal como lo dejé el 30 de junio, abandonado, dormido, o simplemente detenido en el tiempo, aguardando el impulso, el aliento que lo lance de nuevo al ciberespacio del la red, por donde llegue a... ¡a todos vosotros!

lunes, 30 de junio de 2008

::: Cerrado por vacaciones:::

Después de un intenso y apasionante trimestre, después de pasar nuestra luminosa primavera junto a todos vosotros, y después de que Euro me expulsara de estas latitudes, Céfiro del oeste se marcha junto a su familia buscando un lugar adecuado donde pasar el cruél estio sevillano.
Nada de esta maravillosa experiencia hubiera sido posible sin vosotros, el motivo de tantas y tantas letras derramadas, interesantes temas discutidos y especiales momentos vividos, y sin vuestros comentarios, imprescindibles alimentos para el blog y para mí, siempre deseando encender el ordenador y encontrarme con vuestras nuevas visitas.


Por eso GRACIAS.


Volveré cuando el otoño permita al Céfiro del oeste regresar a su amada Sevilla.

jueves, 26 de junio de 2008

::: La llegada del dios Euro :::

El dios Céfiro se levantó una vez más de su morada y se dirigió, acarreando su brisa húmeda y vivificante, a la pequeña abertura situada entre las dos grandes extensiones de tierra, Ευρώπη (Europa), hija de Agenor y de Telefasa, y Άφρική (África), el gran continente de fuego.
Sonriente sopló por el pequeño estrecho que las separaba, el lugar donde Heracles robara el rebaño de bueyes sagrados, la unión del Okeano o Gran Mar de Afuera con el Mar de en Medio de la Tierra. Y ese suave hálito se dispersó en todas direcciones, subiendo, casi sin él percatarse incluso por el valle del río que desembocaba bastante más al norte, el Tertis (Guadalquivir), vivificando sus tierras fértiles y reconfortando a sus habitantes con unas temperaturas dulces y suaves.
Aquella primavera estaba siendo especial. Sus hermanos Anemoi, los otros dioses del viento, lo habían dejado soplar en aquellas latitudes, y él se había aprovechado, disfrutando de aquel rincón del planeta, uno de sus favoritos, durante casi toda la primavera.
Boreas, el viento del norte, estaría en su Tracia natal ocupado en cuidar a sus doce potros o soplando en algún mar ártico sus gélidas brisas.
Noto, el viento del sur, recorrería los mares meridionales atiborrándose de agua para descargar sus tormentas de verano al llegar al norte.
Y después estaba Euro, su tercer hermano, el viento del este, el responsable del calor sofocante. Debía estar por los desiertos de África levantando ventiscas cálidas o tormentas de arena. Aunque era extraño que por aquellas fechas no hubiera aparecido ya.
Y con esos pensamientos recorrió los farallones de cada lado del estrecho, Calpe y Abila, dichoso por aquellos días de tranquilidad.
Pero cuando el sol se ponía a su espalda notó erizarse la mar de forma extraña, de forma grosera. Algo se oponía a la dirección del oleaje que él dirigía. ¡Era Euro! No había dudas. Arrugando el ceño sopló con más fuerza, haciendo entrechocar sus ráfagas contra las cálidas y secas de su hermano, que riéndose a carcajadas apareció, al fin, en el horizonte oriental.
Él sabía que era su turno, sabía que había tenido más días de los que le correspondía… pero no se quiso marchar. Y empujó con todas su fuerzas enrabietado. Hasta que una voz potente, la voz de Éolo, el padre de los Anemoi, sonó sobre ellos:
—¡Céfiro!
Eso fue suficiente. Y el dios del poniente, el más suave de todos los vientos, el fructificador, el mensajero de la primavera, se replegó, me replegué, cariacontecido, dejándoos a merced del embravecido levante, que aparecía queriendo recuperar el tiempo perdido, dominando con sus vientos secos y cálidos todo el territorio, nadie sabía muy bien hasta cuando.

domingo, 22 de junio de 2008

::: Juntos :::

Meli se incorporó sobresaltada... y contrariada al darse cuenta de que otra vez se había quedado dormida y no había visto el final de la película.
Debía ser tarde, apenas entraba ruido por la semiabierta ventana, encontrándose la habitación en una confortable penumbra, sólo iluminada por la tenue luz de la lamparita del viejo escritorio y la que salía de la pantalla del televisor. Entonces se reclinó de nuevo girando la cabeza. Su marido también se había dormido, en su sillón, a su lado, como siempre. Y sonrió para sí entornando los ojos.
¡Cuántos años así! ¡Cuántas noches delante del televisor durmiéndose los dos sin querer... pero juntos. ¡Casi cincuenta años!
Y poco a poco fue adormilándose de nuevo... y su somnolienta mente retrocedió en el tiempo, evocando los años de juventud, casi de adolescencia, cuando lo conoció en uno de los primeros guateques que asistía...
Pepe era por entonces un mozalbete alegre y galante... de intensos ojos negros y pelo agraciado, y ella una guapísima mujercita. Y se enamoraron.
Y a partir de aquel momento comenzó el noviazgo. Los días que él la recogía cuando salía de trabajar en el hospital de la Cruz Roja donde era enfermera, los paseos en Vespa con el club de amigos, los felices días de excursión al campo con toda la familia, padres, hermanos, tías... y al final ¡la boda!, una calurosa tarde de julio... en el lejano 1962.
Después llegaron los hijos, y con ellos las noches en vela, las agotadoras compras en el super, los monótonos pucheros y sartenadas de patatas fritas, las paperas y sarampiones, los accidentes domésticos, los colegios, los locos veraneos, las dos mudanzas... y el vertiginoso pasar de los años. Y gracias a Dios con salud.
—Pepe... ¿nos acostamos?
—Sí, ya voy— le contestó él casi sin moverse del sitio.
En fin, seguiría recordando, pensando en las bodas de sus hijos, de los tres, en la llegada de los primeros nietos, en la pérdida de sus mayores, en los inevitables achaques, en los cambios de forma de vida, en la nueva mudanza, en la jubilación de Pepe, en los siguientes nietos... Y se sintió dichosa, y agradecida a Dios y a la vida por tanto dado y vivido...
Y mis padres al fin se fueron a la cama agarrados de la mano, saboreando aquellos ratitos de dichosa y feliz monotonía, pensando en el fin de semana siguiente cuando se reunirían de nuevo con sus hijos, nietos y nueras para seguir haciendo familia... mi familia.

sábado, 14 de junio de 2008

::: Babel :::

Era una época en que la humanidad se sobreponía al exterminio del Gran Diluvio Universal. Una época en la que a los hijos de los hijos de los únicos supervivientes que habían quedado tras la catástrofe les fue ordenado dispersarse y ocupar de nuevo todas las regiones del vacío orbe, repoblándolo más allá de las llanuras de Asiria o de las montañas de Mesopotamia.
Pero uno de ellos, Nimrod, biznieto de Noé, el primer poderoso de la Tierra, un rey audaz, opresor, tirano, excelente cazador y de espíritu rebelde, no quiso aceptar el designio de Dios, y reunió a todos los descendientes de Noé y les ordenó fabricar ladrillos con los que construir una gran ciudad-fortaleza, Babel. Una vez concluida se instaló en ella su pueblo, desobedeciendo así el mandato de Dios. Y levantó en su centro un monumental trono de plata donde situó una gema gigantesca, ordenando que se la adorase…
Envilecido por el poder terrenal, proclamó en una ocasión:
—Me vengaré de Dios por haber ahogado a mis antepasados. Si enviase otro diluvio, mi torre será más alta que el Ararat.
Y mandó llamar al arquitecto Cus, al que pidió que erigiese un zigurat o torre escalonada, coronada por un templo de oro donde residiría la nueva divinidad protectora y que sería la unión del cielo y de la tierra. La obra fue encargada a su pueblo, que en turnos y a lo largo de años fueron levantándola siguiendo las indicaciones del arquitecto.
Pero Dios, al observar a sus hijos hacinados otra vez en una gran ciudad, desaprovechando el vasto mundo que había puesto a sus pies, temió que de nuevo se corrompiesen, entristeciéndose considerablemente al fijarse en la alta torre que construían para desafiarlo.
Entonces, enojado, se apareció en sueños a Cus, entregándole un puñado de extrañas y diferentes lenguas para que las repartiera entre sus trabajadores, todos descendientes de los tres hijos de Noé y sus esposas y que hablaban por tanto la misma lengua común, para así castigarlos con la confusión y el caos.
El pobre arquitecto los reunió en la gran explanada que había delante de la torre, y tras llamarlos de uno en uno fue repartiendo los idiomas según le había ordenado Dios, indicándoles que por la confusión que se crearía se volvieran a sus casas pues la obra quedaba paralizada.
Pero calculó mal, y cuando aún faltaba un numeroso grupo de peones se dio cuenta de que sólo le quedaba un idioma. Harto de aquello, cansado y fatigado les dijo:
—A todos vosotros os daré esta última lengua… no me quedan más.
Y como ya no había trabajo que realizar aquellos peones abandonaron la ciudad, distribuyéndose por lejanos países, ocupando Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, Guinea Ecuatorial, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
¡Tuvimos suerte!

martes, 10 de junio de 2008

::: Atrapando el presente:::

Ya lo tenía todo preparado. Ese día realizaría por fin el experimento desde la azotea de su casa, en Saint Loup de Varennes, en la Borgoña francesa. Por unos momentos detuvo su ascenso por las espinadas escaleras y sonrió. Había investigado durante mucho tiempo, con numerosos soportes y variadísimos productos químicos, para así poder conseguir fijar las imágenes captadas con la antigua cámara oscura inventada por Da Vinci.
Nicéforo Niépce subió dos escalones y se detuvo de nuevo. A sus sesenta y un años eran los recuerdos lo único que le iban quedando… y por eso se obsesionaba por atrapar de alguna forma los rasgos de sus nietos, los paisajes de su Borgoña natal, su caballo favorito… Emocionado siguió subiendo, muy despacio, los pocos escalones que le quedaban hasta llegar a la humilde azotea, sabiendo que si lo conseguía, ese día sería el primero de algo grande, de algo que sería capaz de revolucionar el mundo, que daría felicidad a toda la humanidad.
Con asombrosa tranquilidad se sentó en su sillón colocado estratégicamente por su hijo, al que guiñó un ojo con complicidad, destapó la lente de su cámara oscura y se reclinó dispuesto a esperar con paciencia, a ser testigo de cómo el hombre conseguía congelar el tiempo, guardar las imágenes de su alrededor para siempre.
Y la fachada situada frente a la casa comenzó a reflejar sus formas sobre la plancha de peltre (aleación de zinc, plomo, estaño y antimonio) recubierta de betún de Judea que él había colocado en la parte trasera de su pequeña cámara. Y así durante unas ocho horas, consiguiendo realizar lo que dio en llamar un “punto de vista”, la captura directamente del natural de una imagen y no de grabados, como había hecho hasta entonces.
Era el año 1826 y por fin había logrado dar el primer paso para acabar con su terrorífica obsesión, con la obcecación de sus últimos años: el paso del tiempo, la pérdida de los días, de los momentos, de en definitiva, la vida… y conservar de esa forma sus recuerdos para la eternidad, atrapando el presente.
En homenaje a los descubridores de la fotografía
Joseph-Nicéphore Niépce y Louis Jacques Mandé Daguerre,
así como a los actuales fotógrafos, cazadores de imágenes para
hacerlas inmortales, como mis amigos Papu García y Patricia Viot.

viernes, 6 de junio de 2008

::: Los años perdidos :::

Ese día regresó temprano. Tras una semana de intenso trabajo aquella tarde habían fallado unos clientes y había podido llegar a casa cuando aún sus hijos estaban despiertos. Agotado se sentó en la salita. No tenía ganas de ver la tele, ni de leer. Su mujer daba la merienda en aquellos momentos a los niños, a sus incansables e inagotables hijitos, que enseguida le sonrieron con ternura. No estaban acostumbrados a verlo en casa, así que no le quitaron ojo en todo momento. Y poco a poco se fue relajando, se fue fijando en ellos. ¡Cómo crecían! La mayor cumpliría pronto los cinco, y el niño, él aún era pequeño, pero ¡cómo cambiaban!
Y allí sentado sonrió para sus adentros viéndolos reír, manosear los juguetes, mirar los dibujitos de la tele, pintar monigotes, incluso pelearse entre ellos… pasando la tarde ajeno a todo lo que ocurría en el exterior de aquellas cuatro paredes, su mundo.
Y recordó una vieja preocupación, una pregunta que se había hecho muchas veces y que, en aquel ratito de tranquilidad, había resuelto. Ya sabía dónde estaban sus años de niñez. Aquellos años de los que no tenía vivencias ni recuerdos, aquellos tiempos que en todo caso conocía por las fotos antiguas de la familia o por lo que le habían contado… Aquellos años perdidos.
Y sonrió de nuevo al darse cuenta de que los había recuperado… en sus hijos.
Porque los niños pequeños viven sólo de momentos. Sus vidas son una sucesión de instantes, de presentes. No tiene recuerdos. No son conscientes del mañana. Probablemente esa ausencia de pasado y esa falta de futuro es lo que les hace felices, los mantienen dichosos continuamente.
Y esas mentes subdesarrolladas que se manejan por impulsos, por instintos, por sensaciones, son la causa de que no tengamos memoria después, que sean años perdidos… hasta que tenemos hijos y los recuperamos en ellos.

jueves, 29 de mayo de 2008

:::Cuéntame algo aunque me mientas :::

Bajaba corriendo las escaleras de Tagua, las que une el Puente de Triana con el Altozano, cuando me choqué con una chica rubia y de pelo corto.
—¡Ten cuidado, hombre!—me dijo contrariada.
—Perdón, no te había visto. ¿Te conozco de algo? porque tu cara me suena mucho… ¿Quién eres?—le pregunté al cabo de unos segundos tras fijarme en sus rasgos.
—Pues, es posible que me conozcas. Soy licenciada en Filosofía y Letras, rama Historia General, por la Universidad de Valladolid, ciudad a la que añoro a cada instante desde hace 22 años que llegué a Madrid. Llevo 13 años trabajando en banca. Comencé a escribir en el 2001 en Ficticia.com. Actualmente escribo en el foro Iceberg Nocturno y Forum letras Libres— soltó con orgullo mirando al infinito, utilizando un correcto acento pucelano.
—¿Quieres un café? Te invito— le dije sin pensarlo mucho. Entonces sonrió y me acompañó hasta sentarnos en un bar justo al borde del Guadalquivir, desde donde se divisaba el famoso Puente de Triana.
—Pareces feliz. Debe ser porque aprovechas bien el tiempo. ¿Qué es lo que más te gusta en la vida?— le volví a preguntar al notarla relajada. Parecía que el enfado por el empujón ya se le había pasado. Entonces miró con placer el barquito que pasaba por el río lleno de anonadados turistas, y sonrió.
—No acostumbro a tomar café con desconocidos, pero… también me suena tu cara. ¿Lo que más me gusta en la vida? Vivir, mis hijos, reírme, los amigos, el mar, escuchar a la gente, observar, viajar, Andalucía y, en concreto, Sevilla y mi Esperanza de Triana...—me contestó al fin.
—Me imagino que vienes de verla… Yo voy a menudo. Pero tambié veo que llevas un libro en la mano, ¿con tu foto en la portada? ¿Has escrito en muchos sitios?
Me podrás encontrar en libros como: colaboración especial en el final del libro "Mudayyan" de Xabier González. En la "Antología Oro de Sensibilidades". En Karma Sensual con el relato “El tren de las colinas del té”. En la II y III Antología de narrativa de la asociación de escritores de Mérida, Venezuela. En Creaciones Literarias con el relato “Tiempo de membrillos”. En la antología “Contrarreloj" con el relato "Tus pechos. son mi sangre". En la revista "Alenarte" digital y en la revista en papel "BS" del Banco Sabadell. Y me llamo Mª Ángeles Cantalapiedra.

Gracias Mª Ángeles por tu premio
CUÉNTAME ALGO AUNQUE ME MIENTAS,

por tu blog, por tu sonrisa y por tus madrugones
.

domingo, 25 de mayo de 2008

::: Escribiendo :::

Con la vista cansada de fijarla en la pantalla se echó para atrás frotándose los ojos. Disfrutaba escribiendo, diseñando los personajes y las situaciones, dándoles vidas a unos y a otros para después utilizarlos a su antojo en las escenas de su nueva novela.
En esos momentos de descanso se imaginaba un hábil titiritero moviendo, con los hilos de las teclas, a sus personajes, para que se odiaran o amaran, para que disfrutaran de la amistad o se vengaran de sus enemigos. O diseñando paisajes irreales producto de su fantasía. O recreando momentos históricos del pasado que por el arte de la escritura volvían al presente y se mostraban ante él rejuvenecidos, orgullosos, o tal vez reclamando que alguna vez existieron y que merecían ser recordados.
Incluso, a veces, cuando pasaba alguna semana sin escribir, le parecía oír las voces de sus personajes llamando desde el interior de la pantalla, pidiendo que la encendiera y los sacaran del olvido infundiéndoles vida de nuevo.
Y por último, una vez acabado de teclear, aunque fuera solamente un capítulo, estaba el placer, el gozo infinito de imprimirlo. De verlo materializado en un papel que poder transportar, que poder dar a otra persona para ser leído... Y así transmitir todo su esfuerzo, toda su creación plasmada en palabras, en frases, en párrafos que juntos creaban un mundo de la nada, daban vida a formas, a ideas surgidas de su mente...
Y después de aquellos minutos ensimismado se incorporó de nuevo, acercó la silla a su mesa y buscó la siguiente palabra que teclear...

Dedicado a mi amigo Ignacio Bermejo,
con quien he compartido el fruto de
nuestra pasión común: La escritura

sábado, 24 de mayo de 2008

::: Premio DARDO :::

De nuevo Soledad Sánchez me envía algo. Esta vez no es un desafío, sino ¡un premio! El PREMIO DARDO AL MÉRITO LITERARIO.

Los maestros premiando a los alumnos. El mundo al revés. Pero, bien, tengo la obligación de aceptarlo, y con humildad mostrarlo en mi blog.

Gracias, Soledad, por tu ejemplo de blog solidario, sensible y de alto nivel literario. Y gracias por estimularme con este premio para seguir con esta aventura apasionante.

miércoles, 21 de mayo de 2008

::: Una fantasía sexual :::

Era una playa irreal, desconocida, cálida, luminosa… y solitaria. Y paseó por ella mojándose los pies con las suaves olas que rompían casi pidiendo permiso sobre la fina arena blanca, almagre al ser mojada por el agua salada, oliendo la brisa marina que le traía el salobre sabor a algas y a mar y dejándose acariciar por los dulces rayos del sol.
Y entonces la vio. Salía del mar totalmente desnuda, y sus abundantes pechos caían con sensualidad parcialmente tapados por la negra melena que exprimía ladeando la cabeza con gracia. Sus caderas sobresalían lo justo del contorno de la cintura y sus piernas musculosas caminaban ágilmente subiendo la cuesta hasta quedarse ante él.
Entonces le sonrió, dejándole desconcertado durantes unos momentos, aunque no pudo evitar acariciarle levemente el pelo. Eso fue suficiente para la mujer, que le puso la mano en el hombro hasta tumbarlo en la arena. Después, con soltura, le subió la extraña túnica blanca que llevaba, contemplando por unos momentos su cuerpo viril bañado por los rayos del dios Helios, el hijo de los titanes Hiperión y Tea y hermano de las diosas Selene, la luna, y Eos, la aurora. Y como si él mismo fuera un dios ella lo adoró besándolo con dulzura, casi con veneración, durante unos eternos instantes. Después, con movimientos acompasados, se colocó sobre él ahorcajada… hasta abarcarlo en su totalidad.
El hombre sintió su calor y su humedad, y besó sus pechos que le caían ante la cara y que sabían a mar. Y así soportó la cabalgada de la desconocida y bella mujer hasta que ésta consiguió su propósito y el éxtasis la embargó.
Sonriente descendió del cuerpo del atónito paseante y lo besó en los labios, agradecida. Y como el hombre se mantenía excitado se arrodilló ante él a cuatro patas y se ofreció sumisa, desconcertándolo de nuevo. Aunque su ardor era tal que no dudó en introducirse en ella otra vez. Y eso hizo. Se agarró a sus caderas y la poseyó frenéticamente, notando por cada poro de su piel todas las sensaciones posibles. El aire salado de la playa, la arena clavándose en sus rodillas, los gemidos de la desconocida con cada uno de sus envites, su propio sudor cayéndole por la espalda... hasta vaciarse en ella con numerosas y espasmódicas contracciones. Por unos segundos se quedó quieto, sin soltarle las caderas... y ella volvió la cara, cruzándose las miradas. Él resopló, le sonrió y salió de su interior. Nadie le había dado más placer en su vida.

sábado, 17 de mayo de 2008

::: Un silbido de felicidad :::

Rebujado en las sábanas sentí la claridad del nuevo día colarse por entre las cortinas al tiempo que era consciente otra vez. Apenas eran las siete de la mañana, y era domingo. Sonriendo me volví buscando con la nueva postura el placer infantil y antiguo de sentirse en la cama sin prisas, sin obligaciones, sin hora. Y escuché los agudos chillidos de los vencejos celebrando el nuevo amanecer al pasar junto a mi entreabierta ventana mezclados con el ruido de algún motor lejano de alguien que arrancaba su coche.
Por unos instantes me sentí feliz, muy feliz… Y en esa placentera sensación llegaron hasta mis oídos unos agudos y melodiosos silbidos. Sonriendo de nuevo supe que eran de alguien dichoso, de alguien que paseaba a esa mágica hora satisfecho por su vida, por su familia, por su trabajo… y silbaba anunciando al mundo su felicidad.
Domingo tras domingo me fui acostumbrando a despertarme entre el silbido de aquel desconocido que puntualmente pasaba bajo mi ventana y que mi imaginación había asemejado con la felicidad personificada. Tendría un buen sueldo, un buen coche, un buen trabajo… seguía pensando mientras se alejaban lentamente sus acordes festivos.
Hasta que mi curiosidad venció mi pereza y el domingo pasado nada más escuchar su puntual silbido me levanté de un salto y tras las cortinas lo observé. Y mi mente no pudo comprender lo que mis ojos veían. Era Matías, el mendigo de la plaza que acostumbraba a ver pidiendo en la puerta de la iglesia… Y supe entonces lo que era la VERDADERA felicidad.

martes, 13 de mayo de 2008

::: La heteroamistad :::

¿Por qué me habrá dicho eso?, se preguntó al salir del trabajo. Sabe que estoy casado. ¿Le gustaré?, se siguió preguntando cruzando la atestada calle colmada de transeúntes que como autómatas se dirigían presurosos a sus casas. Hacía calor y aunque el sol ya se había ocultado puso el aire acondicionado del coche tras arrancar el motor.
Ella llevaba poco tiempo en la oficina, y a pesar de no ser demasiado agraciada, caía bien por su simpatía y desparpajo. Y desayunos tras desayunos, ratitos robados al trabajo, conversaciones en los descansos y algún café que otro por las tardes se habían contado cosas, al principio banales, después más profundas. Hasta esa tarde, en la que lo había cogido de la mano y le había dicho: ¡Eres mi mejor amigo!
Eso lo había desarmado. Sonrió y la apartó nervioso… por que… ¿amigos? ¿Podían ser amigos un hombre y una mujer sin… sin sexo?

Condujo su coche más despacio de lo habitual ensimismado por aquel dilema. La verdad es que le agradaba su compañía, su conversación, sus puntos de humor. Y se sentía bien con ella, incluso le había rejuvenecido, porque se llevaban diez años. Pero al cogerle ella la mano la deseó por unos segundos. Sí. A pesar de que había hablado con otros compañeros sobre lo poco femenina que era supo que si se le insinuaba… caería.
Él entendía por amistad el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Pero… ¿con una mujer? Nunca podría ser desinteresado, estaba el sexo por medio. Y se preguntó: ¿Es mi amante mi amiga? ¿Cúal es la diferencia entre el amor y la amistad? ¿El sexo? Y se acordó de un artículo que leyera no hacía mucho sobre los griegos de la antigüedad, que refería que tenían relaciones homosexuales con sus mejores amigos… y ellos le llamaban amor, pero no amistad.
Hecho un lío llegó a su casa, y antes de abrir la puerta decidió que no podía ser su amigo. O su amante o sólo compañeros.

viernes, 9 de mayo de 2008

::: Los desafíos :::

El lunes pasado Soledad Sanchez (mismanosabiertas.blogspot.com) me retó desafiándome a escribir-compartir seis cosas sin importancia que me gustaran en un post. El miercoles, desde Argentina, Graciella (gracebe1.blogspot.com) me envíaba otro desafío similar. No sé por qué esa moda de desafiarme, con lo pacífico que soy. Aún así acepté ambos desafíos, aunque antes busqué el significado exacto de la palabra "cosa", leyendo en el diccionario que es todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta.
Y con estas reflexiones me desperté esta mañana, temprano, antes que sonara el despertador, dejándome acariciar por la claridad que se colaba apabullante en el dormitorio. Y flotando sobre sus rayos de luz entró el piar continuo, el canto alegre de un gorrión. Muy despacio me he levantado, y lo he visto posado en el pretil de la ventana mirándome, dándome a su modo los buenos días. Pero antes de retirarme también me los ha dado la acacia de la acera de enfrente, moviendo presuntuosa sus ramilletes de flores rosas para que me fijara en ella.
Con prisas, como siempre, llegué a la cocina, encontrándomela adormilada, quizás esperando con resignación el ajetreo propio de las horas previas al almuerzo de todos los días. Y me preparé el primer café de la mañana, el mejor, el que levanta el ánimo y te prepara para el trajín del día. Y mientras paladeaba su amargo sabor apoyado en la encimera entró mi hija, recién peinada y dispuesta para salir al colegio. Hoy me tocaba llevarla a mí, y con dulzura me dio mi beso de buenos días, el que me acompañaría durante toda la jornada para darme ánimos y bríos.
Reconfortados con la frescura de la mañana nos dirigimos al colegio, pasando delante de la tienda de Tomás, el frutero, donde su perrita Chispas se nos acercó moviendo el rabo alegre y despreocupada. Yo le obsequié con una cariñosa caricia, y ella me miró con ojos de agradecimiento al marcharnos. Ya sólo me quedaba una cosa sin importancia. Y entonces tuve un pensamiento alegre. El desafío estaba cumplido, y continué mi camino con una amplia sonrisa
Reglas del desafío: 1.-Escribir un post sobre seis cosas sin importancia que nos gusten. 2.-Poner el enlace de la persona que nos ha elegido. 3.-Poner las reglas en el blog. 4.-Elegir seis personas para continuar el desafío. 5.-Avisar a estas personas y dejar un comentario en sus blogs.
Yo elijo a:
Cris (historiasdedivan.blogspot.com)
Marta (super-mujer.blogspot.com)
Marinel (marinelletras.blogspot.com)
Xesca (fgretoques.blogspot.com)
Ignacio (ignaciobermejomartinez.blogspot.com)
SorNataLibrera (elrincondellesorelle.blogspot.com)

martes, 6 de mayo de 2008

::: El regreso :::

Vestido con un fino pantalón a rayas y una chaqueta de hilo blanco respiró el olor de la mañana y se ajustó el viejo panamá un año más, cruzando a la otra acera buscando la sombra. Había llegado pronto, no había dudas, y aunque el calendario apenas marcaba los primeros días de mayo sus ansias por regresar le habían podido. Y caminó presumido decidido a recuperar los días perdidos, los meses ausente de Sevilla muy a su pesar. Y se fijó en la alegría de la gente, en los vendedores de lotería que pregonaban la huidiza suerte, en cómo se daban los buenos días los vecinos, en los camareros de los bares sacando las mesas a las terrazas, las que se convertirían a la hora de la cerveza en islas de raciones y tintos de verano. Y olió el aroma de los guisos mientras leía en la pizarra las antiguas tapas añoradas en su destierro. Y el olor de la calle recién regada, y del serrín de la barra. Y sonrió al escuchar canturrear por fandangos a un pedigüeño junto a unos extranjeros que desayunaban en el bar igual de maravillados que él.
Más adelante se le fueron los ojos tras el rojo intenso de las buganvillas que rebosaban por la tapia de un viejo convento, y tras el de las violetas copas de las jacarandas, y sobre los niños que jugaban en el callejón cuando él pasó.
Y visitó ultramarinos antiguos, tiendas de moda, librerías pequeñas y kioscos de prensa. Incluso se dejó limpiar los zapatos por uno de los últimos limpiabotas del barrio mientras contemplaba eufórico cómo colocaban las tradicionales velas, las que proyectarían sus sombras sobre las principales calles, estrechas por su culpa pero encantadoras al fin y al cabo.
Tras mucho caminar entró en una antigua taberna y pidió una copa de manzanilla de Sanlucar, y la saboreó con deleite después de tantos meses. Allí contempló a los contertulios de la mesa de al lado, tres jubilados que ya usaban las antiguas cubanas y los zapatos sin calcetines. Un viejo búcaro se pavoneaba en la esquina de la barra mientras tanto, donde se anunciaba la corrida del Corpus en la Maestranza en un gran cartel colgado de la pared.
Más tarde continuó su camino felizmente, hasta sentarse en un banco de hierro colocado con intención en un esquinita de la plaza, la misma donde se levantaría la velá del barrio dentro de poco y donde tantos novios se arrullarían en las cálidas noches que estaban por venir... Y supo que había regresado.
Y así se fue pasando la mañana de su primer día tras su vuelta a Sevilla, como si el tiempo no hubiera pasado, como si los días de ausencias no hubieran sido más que un pequeño paréntesis obligado. Y don Verano suspiró de felicidad un año más.

domingo, 4 de mayo de 2008

::: Homenaje a un blog muerto :::

Cansado de mostrarse ante cientos de ávidos y solitarios ojos, después de recorrer miles de kilómetros de cable o decenas de miles de metros cúbicos de aire, tras un año de vida y ochenta y tres entradas leídas tal vez por centenares de blogueros, así como innumerables comentarios generados, AGUAMARINA (lalluviaquecae.blogspot.com) publicó su último post el 5 de octubre de 2007. Se tituló: " Me voy a quedar con tu nombre"
Y desde el lugar que sea donde se retiren los blogs muertos (o tal vez solamente dormidos) AGUAMARINA recuerda, y además vigila a los que aún revelan los sentimientos y vivencias de sus autores, mostrándose atenta a dejar su huella allí donde le apetece, apareciendo puntual donde su experiencia le dicta que sus sabios consejos hacen falta para animar a unos, enderezar a otros o reñir a los que incumplan el cometido de todo blog: transmitir los sentimientos más allá de las distancias.

jueves, 1 de mayo de 2008

::: Mi cumple mes :::

Hoy hace treinta días que nació “ Céfiro del oeste”. Hace treinta días que comencé a “colgar” en la red mis pensamientos, sensaciones y vivencias. Sólo hace treinta días y ya parece que os conozco de toda la vida. Gracias a Xesca, Lia, Jacinta, Kat, Profecruel, Lluvia, Marta, Gabi, Cristina, Sornatalibrero, Dinora, Marinel, Clarece Barico, @Patrulich, M@r, Mi Despertar, Mar Ruiz, Dédalus, Vicky, Ada, Graciela, Ignacio Bermejo, Soledad Sánchez y tantos otros que me hayáis podido leer. Y sobre todo a Zan por su compañía desde el principio. Desde su bosque me ha dado una lección de ser consecuente consigo misma.
Es extraño “oír” vuestras opiniones sin ver vuestras caras, y aunque mi imaginación ha creado una imagen para cada uno de vosotros es algo a lo que no me acostumbro. Un fuerte abrazo y gracias de nuevo.

martes, 29 de abril de 2008

::: La fábula del oso y la potrilla ( y III ) :::

El gran oso pardo llegó a su bosque ofuscado y confuso. Había trotado con rabia durante varias horas, así que agotado moderó el paso y se dirigió a su guarida, una hondonada rodeada de grandes y viejos robles.
Allí tumbado se fue sosegando, sintiendo que su querida potrilla tardaría tiempo en cambiar de vida, en buscar otra forma de amar... y se entristeció. Entonces comenzó a llover, cayendo sobre el bosque una continua y fina lluvia primaveral que lo fue reconfortando. Y levantando la cabeza hacia el negro cielo suspiró profundamente, dejándose mojar la cara por las cientos de minúsculas gotitas de lluvia.
No te aflijas, amigo. Has hecho bien. Ningún ser vivo debe ser humillado ni azotado. No es natural. Necesitáis ternura, cariño y no violencia— escuchó decir entre la cellisca.
La lluvia experta y antigua había conocido su historia con la potrilla y aconsejaba con noble intención al oso pardo, usando su buen criterio fruto de la experiencia. Éste agachó la cabeza consolado por sus palabras.
No comprendo que se pueda amar a alguien humillándolo, o dejar que te humillen por amor— retumbó entonces entre la arboleda. Era la potente voz del búho real. Experto en observar había visto en su longeva vida diferentes formas de amar… y también quiso ayudar al oso aportando su opinión.
Es muy curiosa la forma de amar de cada uno, en realidad no somos nadie para juzgar cómo es mejor o peor. Sin embargo sí que podemos decir que en general la opinión del amor es dar, y recibir amor a cambio.
Esta vez era la voz de un viejo ratoncito de campo que desde una pequeña roca estiraba el cuello y miraba al confundido oso, intentando él también transmitirle lo que pensaba de aquella historia.
Por último, una negrísima urraca graznó entre las ramas: —¡El maltrato no es ninguna forma de amar!
Al final se hizo el silencio, y entre la dulce lluvia de primavera se fue quedando dormido. Y su mente divagó y divagó, y supo que no sería buena idea lanzarle a la cara estas diferentes opiniones. Los jóvenes que están convencidos de lo que hacen se reafirman en ello ante los consejos contrarios de los demás, porque sólo la experiencia les hará recapacitar. Es así. Y es bueno que sepan defender sus opciones, decisiones y modos de vida con ahínco y fervor. Aunque también sería bueno que comprendieran que cuando alguien observa situaciones que le parecen equivocadas se lo hagan saber, sobre todo si aprecian o quieren a ese joven…
Y supo que la potrilla seguiría su camino convencida de estar actuando bien, incluso orgullosa de hacerlo así… pero si algún día cambiaba de parecer se daría cuenta que desde este bosque, los “expertos” le lanzaron sus opiniones porque la amaban. Como él.
FIN

sábado, 26 de abril de 2008

::: La fábula del oso y la potrilla ( II ) :::

El oso pardo disfrutaba de la primavera de su bosque cazando, jugando con los oseznos de su compañera y paseando por su territorio... pero no olvidaba a la potrilla que encontrara en el bosque del arroyo.
Respetaba sus decisiones... pero se sentía furioso al pensar que su amo le causara dolor. Así que decidió ir una noche a ese bosque cercano y comprobar que se hallara bien.
Caminó con dificultad al no estar acostumbrado a moverse en la oscuridad, pero halló el riachuelo donde la encontró. Después buscó la loma desde donde ella se despidió y la subió. Y a lo lejos vio la granja.
Como si se tratara de acechar a una presa se acercó sigiloso, despacito, hasta llegar a lo que le pareció el establo, donde encontró una pequeña ventana. E irguiendo sus poderosas patas delanteras se asomó.
El oso pardo pudo observar cómo el amo azotaba a la potrilla ante sus narices. Eso fue el colmo. Con furia rodeó la cuadra buscando la entrada. ¡Destrozaría a aquel humano cruel! Y con fuerza derribó la puerta, entrando como un huracán en las cuadras de la granja. Pero se detuvo al contemplar la cara de la yegua. Su mirada reflejaba amor, y no parecía sufrir. Al contrario, parecía feliz. Entonces, se serenó, la miró con cariño... y dio media vuelta. Y corrió, corrió aullando de rabia. Había intentado comprenderla, no juzgarla. Había respetado su decisión sin devorar al amo... pero no volvería a aquel bosque nunca más.

viernes, 25 de abril de 2008

::: La brevedad de la belleza :::

La belleza es fugaz, efímera, suficiente para poder ser disfrutada pero transitoria y breve para que sea capaz de causarnos impacto sin colmarnos. Es una pena pero debe ser así. Por eso, cuando la perdemos, caemos en la aflicción, en el desconsuelo, como el niño de esta vieja y triste canción que ha vuelto a mi memoria desde los tiempos de la adolescencia, escrita por el argentino Leonardo Favio y titulada "El Niño y el Canario":

"Era el canario un primor y era su dueño un pequeño que velaba con empeño los cuidados del cantor. Era un preciso ejemplar de color adamascado, era un preso resignado a la misión de cantar.

Era sensible escuchar de su garganta sonora la nota grave que llora en un constante sonar. Daba entender su trinar que de una angustia sufría, porque falto de alegría era su flauta un penar.

Un cierto día su dueño, el candoroso pequeño que se solía extasiar al contemplar los fulgores de tan divinos colores y tan precioso cantar, elevó al cielo su queja, porque prendido en la reja de su pequeña prisión, en lenta y triste agonía, su fiel canario moría, sin comprender la razón.

Preso de un hondo quebranto subió a sus ojos el llanto, y con infante emoción sacó de la jaula al preso, posó de su boca un beso sobre su rosado plumón, y en su mano temblorosa, quedó dormida una rosa, que tenía un corazón.

La cajita de madera, la misma que contuviera, la misma que contuviera lapicitos de color, fue la morada postrera de aquel que en su vida fuera, de aquel que en su vida fuera su más preciado valor. Y en el jardín de su casa, a distancia muy escasa, a distancia muy escasa de un legendario nogal, lloró la pobre criatura, al cavar la sepultura de su cantor sin igual."


Por eso, amigos, gocemos con el trinar de la vida día a día, canto a canto, para que cuando ya no sea posible podamos decir: ¡Lo disfruté!

miércoles, 23 de abril de 2008

::: ¡Feliz día del libro! :::

Alguien a solas inventa
un mundo con palabras.
Una editorial las convierte en libro.
Y alguien, también a solas, lo lee.
Carlos Colón

lunes, 21 de abril de 2008

::: ¡Gracias! :::

Gracias por despertarte cada mañana junto a mí desde hace casi quince años. Por pasear cogida de mi mano tantas veces, incluso aunque lloviese... o mejor si llovía. Gracias por soportar mis enfados, mis desánimos y también mis alegrías. Gracias por darme dos maravillosos hijos. Gracias por estar siempre en casa, convirtiéndola en nuestro hogar con tu presencia. Gracias por tantas noches de amor y placer... y días. Gracias por tus conversaciones y silencios, por tus sonrisas, por tu mirada azul, por tus caricias, besos y abrazos. Gracias, en fin, por haber decidido acompañarme en esta fantástica aventura de la vida. Gracias... gracias... gracias.

viernes, 18 de abril de 2008

:::La Puerta del Céfiro ( y II ):::

Debería llevar durmiendo un buen rato cuando desperté estremecido por un penetrante y húmedo frío. Con esfuerzo recordé dónde me hallaba, mirando a mí alrededor algo desorientado al encontrarme rodeado de una intensa neblina que sólo me permitía ver el río, casi hasta la otra orilla, pero no a mi alrededor. Mis amigos dormían, así que esperé a ver si levantaba la inesperada bruma sentado en la proa, intentando oír los ruidos de la corriente.
Y no me creeréis cuando os diga que bruscamente escuché crujir los maderámenes de un extraño barco, que en poco tiempo se dejó ver ante mí. Subía el río tripulado por insólitos marineros que usaban largas barbas y vestían túnicas abrochadas al hombro. Uno de ellos, el que parecía dirigirlos, me miró sin extrañeza, incluso sonrió levemente. Entonces supe que se trataba de Kolaios, el navegante de la isla griega de Samos que empujado por una tormenta arribó al estuario del Guadalquivir en el año 630 antes de Cristo.
Asustado intenté despertar a mis amigos, aunque ninguno abandonó su letargo. Así que volví a la proa al tiempo de ver cómo Kolaios me saludaba alzando la mano derecha. Probablemente ignoraba en esos momentos que sería el primer griego en visitar Tartessos, el país que encontraría río arriba y que lo haría famoso a su vuelta a la Hélade.
Tras unos raros momentos en los que quise razonar lo que estaba ocurriendo volví a oír ruidos en el cauce, esta vez de remos bogando con fuerza. Se trataba del trirreme cartaginés que huía del general romano Escipión llevando a Magón Barca tras su derrota cerca de Sevilla, en el año 206 antes de Cristo. Y pude verlo fracasado y vencido dirigiéndose a Cádiz, donde se ocultó momentáneamente.
Y también vi pasar numerosos cargueros romanos transportando ánforas de aceite rumbo a la gran capital, y a barcos visigodos dirigiéndose al mar dispuestos a luchar contra los bizantinos que querían volver a dominar sus antiguos territorios. Y creedme, también pude observar cómo remontaban el río innumerables drakkars vikingos, los mismos que en el año 844 asaltaron la Sevilla musulmana. Y al almirante Bonifaz al mando de la escuadra cántabra dispuesto a llegar a Sevilla y romper las cadenas que impedía a los cristianos atacar la ciudad en 1248, y recuperarla así para el rey Fernando III de Castilla. Y a decenas de galeones españoles rumbo a las Indias... Y por último a las cinco naves capitaneadas por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano saliendo el 10 de agosto de 1519 en lo que fue la primera vuelta al mundo.
Y ya no pude más. Apabullado bajé a uno de los camarotes, cerré la puerta y me tumbé en la litera con la cabeza a punto de estallar. El suave vaivén del río me calmó y me sosegó, pudiendo entonces darme cuenta que la Puerta del Céfiro se había convertido en la Puerta de la Historia, y me había regalado aquellas visiones, aquellas imágenes que el río guardaba en su memoria y yo había sido afortunado al poder observarlas... Y satisfecho me quedé de nuevo dormido.

martes, 15 de abril de 2008

:::La Puerta del Céfiro ( I ):::

Siempre he creído que existen lugares especiales, enclaves geográficos que la naturaleza ha dotado de poderes únicos y que la historia ha utilizado para reunir en ellos, a lo largo del tiempo, momentos y personajes excepcionales… Y yo estuve el domingo en uno de ellos. Me gusta llamarlo La Puerta del Céfiro, el lugar por donde entra hasta mi ciudad el dios Poniente: la Desembocadura del Guadalquivir.
Como todas las mañanas de abril el día amaneció fresco, con cierta humedad que nos obligaba a utilizar alguna prenda de abrigo, pero a la vez luminoso y cálido. Por eso no perdimos tiempo y zarpamos del Puerto de Sevilla muy temprano.
Y el río nos acogió receptivo y dadivoso, habituado a las embarcaciones y a las personas, experto en llevar sobre sus aguas, siglo tras siglo, esperanzas y temores, sueños y decepciones. Y así, con el sol por babor, con la proa al sur, navegamos los amigos buscando latitudes más septentrionales durante al menos cuatro horas, hasta alcanzar el mágico lugar: el estuario del antiguo Betis.
El día había mostrado ya para entonces toda su sensual luminosidad, desparramándose un cálido sol sobre la cubierta en el esplendor de su cenit. Así que fondeamos cerca de la orilla onubense, junto a una playa de arenas blancas y pinos majestuosos que prestaban sus copas a decenas de gigantescos nidos de cigüeñas, que curiosas nos miraron desde la altura de sus hogares.
Comimos, hablamos y reímos y nos dejamos vencer por la modorra, adormilándonos cada uno donde pudo o quiso. Yo elegí la proa, apreciando desde allí la exuberante vida del río, donde cigüeñas, gaviotas, somormujos y cormoranes pululaban en chillonas algaradas sobrevolando las agitadas aguas del río, que empujadas por la marea parecían querer regresar a Sevilla. Y mirando la margen gaditana cerré los ojos arrobado por las olas de barro salobre que rompían sobre la quilla.

sábado, 12 de abril de 2008

:::La fábula del oso y la potrilla ( I ):::

El fornido oso pardo vagabundeaba por el espeso bosque de robles y castaños satisfecho y orgulloso. Se encontraba en la plenitud de su madurez, y se sentía fuerte. Y la prueba era que no le costó demasiado esfuerzo abatir al gran muflón aquella mañana. Con facilidad apartó una enorme roca con su zarpa derecha, lamiendo con su lengua las miles de hormigas que asustadas iban de aquí para allá al ver descubierto su nido. Después trotó feliz por el amplio prado que se extendía ante él, y corrió y corrió dejándose llevar por su ánimo y sus fuertes patas.
Pasadas varias horas descubrió que había salido de sus dominios, habiéndose adentrado en una espesa arboleda desconocida y densa. Al principio tuvo cierto temor, pero enseguida pensó que él era el más fuerte, y cruzó aquel lugar olisqueando los nuevos olores que llegaban hasta su hocico.
Casi atardeciendo descubrió una corriente de agua. No es que tuviera sed, pero chapotear en las frescas y cristalinas aguas siempre le había gustado. Y trotó hacia el río lleno de ilusión. Aunque detuvo súbitamente su carrera al ver a una joven potranca bebiendo en la orilla. El viento soplaba en su contra, así que cuando la pobre yegua quiso darse cuenta una fuerte garra la había tumbado, encontrándose inmovilizada bajo las zarpas del gigantesco oso pardo.
La potra apenas opuso resistencia, mirándolo orgullosa y sin miedo. Eso sorprendió al oso, que antes de clavar sus colmillos en su garganta la miró a los ojos.
—¿No sientes miedo?
—El miedo se tiene por temor al dolor. Y yo no temo al dolor.
El oso miró cómo manaba sangre de la herida causada por sus garras al derribarla, y más atónito aún le volvió a hablar:
—Voy a devorarte, y no gritas. Es extraño.
—¿Sabes?—le contestó— Soy especial. Vivo en una granja cercana, con mi amo, al que quiero locamente. Y… ¿sabes?, muchas veces me azota, me castiga, y me humilla. Pero yo lo amo, y creo que no hay otra forma de amar más entregada que la de humillarse ante tu amado…
—Eso que dices no es normal. Lo normal es ser libre, sentirse en igualdad con la naturaleza sin ser menos que nadie. Sin ser esclavo de los hombres. Como yo.
—Pero mientras siga siendo tan feliz como soy ahora, no puedo más que rogar que no se vaya de mi lado— le refutó ella.
El oso pardo no entendía nada. Él era orgulloso, jamás se había humillado ante nadie, y desde luego no le gustaba el dolor.
—Eso que dices es insólito y jamás lo entenderé… —añadió tras unos momentos en silencio—. Aunque es verdad que es la prueba más verdadera de amor que he escuchado nunca. Creo que eres especial, así que no te devoraré— añadió súbitamente. Y diciendo eso levantó su pata delantera del lomo de la yegua. Ésta se incorporó, se lamió la herida, y volvió a mirarlo. Tras unos minutos en los que se unieron por las miradas dio un ágil salto y se marchó. Subida en una loma cercana se volvió y miró de nuevo al oso pardo. Después le gritó:
—¡Algunas cosas, las cosas mágicas, están hechas para permanecer enteras¡ ¡Si uno las observa por partes desaparecen!
El oso pardo pensó que a pesar de su madurez ese día había aprendido algo nuevo. Había conocido que las formas de amar son infinitas. Y se levantó, miró al horizonte y se sintió feliz al no haber devorado a la yegua. Aunque deseó que ella también encontrara otras formas de amar.

viernes, 11 de abril de 2008

:::¡Hoy he visto el arco iris!:::

¡Hoy he visto el arco iris!
Conducía mi moto como todas las mañanas dirigiéndome al trabajo cuando comenzó a llover con furia, con ganas, con el ímpetu de los chaparrones primaverales que hacen reverdecer los desnudos árboles. Y el sol, celoso al contemplar cómo la lluvia le quitaba su protagonismo se negó a ocultarse tras los impertinentes nubarrones y siguió bañándonos con su luz... Y entonces, al volver una esquina, apareció.
Yo paré la moto y lo contemplé maravillado.
Su arco multicolor sobrevolaba el Parque de Maria Luisa con majestuosidad, pavoneándose entre los jirones de nubes que seguían cruzando el cielo empujadas por el céfiro que entraba desde el Atlántico por el valle del Guadalquivir, y que dejaban caer millones de gotas sobre Sevilla, que reflejaron los rayos del sol dispersándolos en todas direcciones… Algunos tomaron un determinado y prodigioso ángulo descomponiéndose en colores, en los seis mágicos colores que yo contemplaba extasiado.
De repente se nubló... y desapareció ante mí bruscamente, con crueldad, con insensibilidad, dejándome frustrado y solo, enojado por la brevedad de lo mágico, de lo bello... ¡Pero lo vi!

martes, 8 de abril de 2008

:::La luz del faro:::

Llueve sobre mi ciudad. Llueve en el sur. Y a pesar de la oscuridad y la falta de claridad, un faro brilla en el horizonte, una atractiva luz aparece cada mañana haciendo que los días sean felices.
Por eso, abrid la ventana a pesar de las salpicaduras y buscad el faro, buscad una ilusión, un proyecto, una persona que os ilumine o mueva, que os impulse o inspire. En definitiva, que os sirva de punto de referencia en la andadura de la vida.
E igual que el arquitecto Sóstrato de Cnido levantó un gran faro por orden de Ptolomeo II en la isla de Pharos, frente a Alejandría, en el siglo III a.C., erige el tuyo como nueva Maravilla del Mundo. Y avísame.

jueves, 3 de abril de 2008

:::El encanto de lo cotidiano:::

El pequeño terremoto que supuso mi cumpleaños ya ha pasado, recobrando la calma habitual que me permite mirar las copas de los árboles y darme cuenta de que la primavera ya ha llegado. De que ya vuelan los vencejos de nuevo entre los balcones pasando en chillonas pandillas ante mis narices cuando me asomo por las mañanas. De que ya comienza Euro (el viento de levante) a templarse, a calentar los mediodías barruntándose su próxima crueldad estival. Y de que, como siempre, el ciclo de la vida gira un cuarto de vuelta acercándonos de nuevo al sofocante verano.
Y nosotros, mientras tanto, disfrutando de los nuestros, de mis hijos, de mi mujer, de mi familia... del encanto de lo cotidiano, aunque oteando el poniente queriendo ver llegar el céfiro, el dios Ζέφυρος o Zephyros de los antiguos griegos que endulce los días.

martes, 1 de abril de 2008

::: El céfiro del oeste:::

Como el húmedo y fresco céfiro o viento de poniente llega a mi ciudad cuando el estio la abrasa, llega este blog hasta mi, moviendo con suavidad las numerosas hojas de mis anquilosadas ramas.
Jamás pensé que un diario en la red pudiera crearme tal espectativas, pero eso es lo que siento al comenzar a escribir, al lanzar mis pensamientos al ciberespacio de la web confiando que llegará, al menos, a sólo uno de los millones de internautas que con solamente un clic puedan leerlos, y por qué no, compartirlos. Cuando hoy cumplo 44 años siento que lo mejor de mi vida está por llegar...